lunes, 17 de diciembre de 2018

(Sin título) Inédito en Valdemoro.

Aquí estoy,
sin mucho más que decir, por ahora.
Puede que haya agotado las palabras diarias
de cagarme en todo.
Las ganas no.

Aquí estoy,
sin un poema digno del momento;
sin un poema social,
actual
ni de amor.
No tengo más que esta vaga habilidad
de divagar para que siga
                                         corriendo
el tiempo.

Aquí estoy,
sin nada por lo que jugarme la vida, esta noche,
quizás.
Sin fe en los milagros de madrugada,
sin absolutamente nada
más que delirar.
Sin fantasías erótico-festivas,
sin tatuajes de tequila y sal.
Sin agotar el tiempo establecido
pero con todos los pecados cometidos,
dispuestos,
para el momento del juicio final.

Aquí estoy
sentado en el bordillo del éxito
por el simple motivo
de que me escucháis.
Sin una puesta en escena clara,
tan solo con la palabra
como emperatriz de este show.

Aquí estoy,
con ganas ya de irme,
de que estas palabras dejen de ser mías,
de emplear la brevedad como ideal,
de dejar este hilo de voz en vuestras cabezas
y huir sin terminar.

Esto me viene grande.

Yo solo traigo mi voz
y unos papeles sucios de palabras.
Ni siquiera sé moverme en el escenario,
ni siquiera sé
qué hago a nosecuantos kilómetros de mi casa
recitando poemas de ojalá.

Yo no quiero escribir los versos más tristes esta noche,
no,
eso ya lo hizo el gran Chileno;
yo lo único que pretendo
es el murmullo de vuestras miradas
y de vuestros corazones,
el silencio de vuestros alientos
y el estruendo de vuestra piel
si consigo que sintáis,
al menos,
una pequeña parte
                              de lo que recito.


martes, 23 de octubre de 2018

Corazón de cera.

Vivo con mi abuela de ochenta y pico años,
y está obsesionada con que meriende;
me compra quesitos de esos envueltos en cera roja,
y ya aprovecho
y la pequeña parte que tengo de artista
se dedica
a esculpir mierdas con ese envoltorio.
Debe ser por eso de ser un intensito
que me da por esculpir corazones con él,
o quizá refleje lo que es el mío,
no sé.

Termino de comerme el queso
y hago una bola de cera,
y le doy vueltas,
y vueltas,
y vueltas,
y vueltas...
y cada vez un poquito más blanda.
Me ayudo de algún bolígrafo o lapicero
para darle forma,
y con los dedos
intento dejarlo perfecto,
pero no funciona,
siempre me dejo algún hueco o viruta
que se queda y me jode el invento.

Aún así lo guardo y lo dejo en frío
para que se endurezca,
o simplemente se me olvida que lo tengo
y queda escondido en cualquier rincón de la mesa,
pero a la vista de todos.

Pero es cera,
y si lo coges con las manos
calientes
o comienzas a darle vueltas,
se deforma
al antojo de quien pone sus dedos encima.

O simplemente se aplasta sobre la mesa,
y vuelta a empezar.

Toca comer queso y esculpir corazones,
aunque sean de cera,
aunque los demás
(o yo mismo)
a fuerza de calor, vueltas y golpes,
los deformen.

lunes, 1 de octubre de 2018

Ya me acuerdo.

Ya no recordaba a qué sabe la euforia
de un beso inesperado 
cuando lo esperas demasiado,
el ruido del tren sobre la vía
poniendo rumbo a no sé dónde 
porque solo sé
besar con los ojos cerrados.

Ya no recordaba el tacto del reloj,
dulce y áspero,
sobre un par de labios lentos y enlazados
pero a contratiempo,
con las manecillas riéndose de ambos.

Ya no recordaba el calor de la saliva
refrescándome los versos,
como el lobo que aúlla a la Luna llena
después de haber estado oculta durante el invierno.

Ya no recordaba el olor del lápiz y el cuaderno,
ya no recordaba lo que era sentir fuego y cielo,
volver a casa y escribir un poema,
dormir
pero soñar despierto.

domingo, 12 de agosto de 2018

Tenía que ser.

Tenía que ser agosto: desierto de besos
desde hace años; páramo vulgar de mis labios.
Tenía que ser el alba teñida de ocaso
entre fiesta y llanto, entre vasos, hielo y versos.

Tenía que ser el absurdo estío de vivir
cuando solo pretendes un otoño salvaje
y adelantado. El tan leve y sutil bagaje
de un alma al desnudo cuyo peso es latir.

Tenía que ser, y tiene que ser así,
drogándome sin sustancias estupefacientes,
esnifando soledad a sangre fría  y regañadientes,
fumándome recuerdos sobrios que nunca viví.

Pero tenía que ser ella; después de marcharse
vuelve con fuerza. Aunque ahora a este insomnio,
y aún así consigue que este existir tan bodrio
tenga que ser esperanzado en el desastre.

miércoles, 25 de julio de 2018

Crepuscular.

Las estelas de los aviones fingen ser nubes
y el ocaso se atenúa en naranja y violeta;
y yo aquí, solo, sosteniendo una cerveza,
que quise regalarte en primavera
y nunca pude.

Esta primavera en el hastío me ha traído demasiadas tormentas.
Y la pasión queda después,
cuando la humedad del aire me refresca
pero el amor sigue alterado bajo la piel;
cuando el ocaso tiñe de naranja y violeta
un verano de cerveza, tinta y quinqué.

martes, 17 de julio de 2018

El increíble, mi maestro.

Firmaría cada uno de tus versos
sin perder la compostura en cada paso;
luchando por tu miedo
sin derecho de admisión,
emborrachando al corazón
con el agua escondida entre tus manos.

Tu credo me lo creo
ya que no hay nada que perder
en estas pocas frases que no llegan a cien;
a mi aire
me inspiro sobre el margen de la piel
cuando el pan para el hambriento llega
y navegas por mis venas
entre barcos de papel.

Y yo este poema te lo debo
porque escucharte es un orgasmo;
cada noche anochezco con tus nanas,
cantando, perdonando,
cosiendo y agradeciendo
a las flores de cerezo del mañana.

Solo me queda una plegaria en estos versos:
seguir naciendo en la traición de tus poemas,
que la primera del plural no me haga caso
y que mis letras
las sigan inspirando tus canciones.

jueves, 12 de julio de 2018

De musas y greguerías II.

Más vale soltar el pájaro que tenerlo en la mano.
-Ramón Gómez de la Serna-

Soy un pájaro.
Sí. Fui una de esas oscuras golondrinas
que volvía en primavera para verte florecer;
fui un mirlo esperando el crepúsculo en tu puerta
para cantarte poesías;
quise ser cigüeña
para emigrar al invierno de tu piel,
porque joder,
en cada uno de tus pliegues se intuye verano;
fui águila imperial,
pretendiente de todos tus estados
unidos en mis versos;
fui un simple gorrión afincado
en las cornisas de tus andares;
fui urraca persiguiendo el charol
de tus vicisitudes,
de tus altos y tus bajos,
de tu mente y su perfume;
fui halcón cuando te vi a lo lejos;
fui canario y fui jilguero,
describiendo melodías con mis dedos.

Fui todos ellos,
y ahora ya no sé
si soy un cuervo temeroso,
una paloma desterrada
por defender la guerra entre tus labios,
o yo que sé.

Fui todos ellos en tus manos
y ahora me has soltado,
cayendo en una jaula
con la puerta abierta
de la que no se cómo escapar.
O yo que sé.

martes, 3 de julio de 2018

Hasta que alguien me quite la piel y no la ropa.

A veces hay que pasar de todo 
para poder ver lo que realmente importa;
cerrar la puerta de la habitación,
gritar a solas
y escuchar el silencio que se acomoda
en el cielo de la boca cuando suena el desamparo.
Ponerse frente al espejo y desnudarse,
quitarse la barba y afeitarse el pelo,
cerrar los ojos y borrar los tatuajes de la piel,
maquillar las cicatrices del cuerpo
y dejar que las del alma griten
de nuevo
               en silencio
y sin dejar que nadie las descubra,
               de momento.

martes, 12 de junio de 2018

Fotofobia.

Me da miedo la luz.
Es triste reconocerlo
y difícil de digerir,
aunque esto viene de lejos.

Cuando pesa el aire empiezo por bajar las persianas,
y el flujo que respiro es ya caliente,
porque la alevosía de mi nocturnidad
es la brisa que abrasa en verano;
y espero a ese momento crepuscular
en que el deslumbrar subyacente del ocaso se atenúe,
como la vela que decae
y cuya llama calienta, pero no luce.

Cuando el papel se torna gris,
y el silencio describe sonatas
sobre el piano del tiempo,
recorro sobre el lápiz el matiz
del bemol que sostiene mi lamento.

Cuando el tacto frío de la piel
contra uno mismo
se reduce a creer que estoy vivo.

Cuando la gravedad sea relativa
y el vacío me persiga
allá dónde el verso esté.

Cuando me desvista
y empiece a ver un plan de huida,
y mis ojos solo luzcan color negro.

Cuando sea de noche y pueda salir corriendo
para esconderme
                            (o perderme)
sin remedio.

Entonces te diré que te quiero,
porque le temo a la luz
que me haga ver que puedas salir corriendo.

domingo, 3 de junio de 2018

Manifiesto sobre la muerte. Filosofía barata I.

Quizá las palmadas que nos dan al nacer solo son de ánimo, de <<chaval, aquí no hay manual de instrucciones>>, y la única certeza real desde el instante en que nacemos es la muerte.
Quizá crezcamos durmiendo ocho horas y comiendo cinco veces al día, y haciendo un poquito de deporte en las horas libres al salir del trabajo o de estudiar. Y puede que creamos que ese es el camino correcto ya que la sociedad que nos ha tocado sufrir así lo dicta.
Quizá nos pongamos metas como hacer dieta <<porque quiero lucir palmito en verano>> o tener buenas notas <<porque tengo que entrar en esta carrera>>.
Quizá estudiamos casi la mitad de nuestra vida << porque así tendré trabajo y un sueldo a fin de mes>> y damos vueltas y palos de ciego rodeando heridas de vida.
Quizá no solo podamos morir una vez. No sé si creo en Dios, pero sí en el alma, y sé que la mía está viva cuando me duele, cuando las heridas de vida vienen de frente y no las esquivo.
Quizá la vida del alma sea inversamente proporcional a la física. Y con suerte, con mucha suerte, solo te morirás una vez: eso depende de ti. Si vas de frente, tu cuerpo se agotará,  el alma se llenará de heridas, y la sangre que se derrame describirá el camino que recorriste y quedará impreso como señal de vida. Pero quizá decidas rodear cuchillas, autoengañándote entre las curvas que describas, y solo quizá pero muy probablemente te dejes el alma en una de ellas: muerta, inerte, sin metas ni expectativas. Y solo te quedará seguir deambulando con tu cuerpo hasta que el tiempo te lleve bajo tierra.
Quizá la vida en sí  no tenga sentido, así que quizá cada cual le tiene que dar el propio, la huella que quiera (o no) dejar en este instante de universo.
Todo esto son suposiciones, cada cual que saque su propia vida, perdón, su conclusión.

lunes, 28 de mayo de 2018

Perder y seguir bebiendo.

Me enamora la inexorable promiscuidad del verso
saliendo de su boca,
sangrando entre los dedos
un sudor frío que me coloca.
Junto al mío su calor honesto,
sin determinar si quiere que mi sangre refresque
la tensión de nuestras pieles
o si, mi latir funesto
puede seguir el lento tempo
que el silencio juega.
Y mi latir junto a mi mismo
perderemos la partida de yo nunca
cuando la cerveza nos susurre entre la espuma:
Yo nunca quise ser feliz,y pude serlo
prostituyendo versos
que salieran de su boca.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Cobarde.

Estoy tan perdido que ya no encuentro ni mis versos,
no recuerdo el camino hasta este punto
y no intuyo los poemas
que me puedan salvar.

No sé defenderme de mi mismo
ni delante de los demás,
así que resisto la apnea de mis letras
concentrando materia y miedo
para que detonen tinta
y seguir en silencio;
he aprendido a gritar en el folio,
y hablar se ha convertido
en una utopía del tiempo
que me queda por latir.

El ruido de las pisadas de los pajaros
me acompaña,
porque aún escribo los "te necesito"
que debería decir a la cara.

martes, 8 de mayo de 2018

Heridas en los pies.

Niño que estrena zapatos,
escaparate de temores
llorando entre actos,
atónito reflejo
de aquello que esconden
las grietas del desierto
que queda en mis labios.

Después del asfalto
hay que pisar en barro,
hundirse entre la mierda
y reflotar del fango,
atarse los cordones
y limpiar el lodo,
cerrar la puerta
y seguir sangrando.

Suelas desgastadas
no de cualquier modo,
costuras reventadas
de asaltar peldaños,
la piel se deteriora
y me dice que ya es hora
de reflejar al mundo
cuáles son los daños.

Niño, estrenabas zapatos,
pero el kilometraje
ha resultado el pacto
entre la multitud
de todas tus verdades
y su similitud
con todos tus pecados.

Sigue caminando
aunque vayas desnudo,
que no quedan zapatos
ni miel en los labios;
sigue,
sigue caminando, amigo,
sigue,
que el dolor
                     no pueda contigo, sigue,
que las heridas ya no duelen
cuando vas descalzo.

miércoles, 4 de abril de 2018

Apóstata.

Ya no tengo fe en mis estigmas,
arranqué las costras de mis heridas
para olvidarlas,
y solo logré más sangre.

Resbala por mi piel,
roja y espesa,
manchando de verdades a la indiferencia
que abandera mi latir.
Esperando a que venga la noche,
que me duerma
y que me exprima
con su sexo en la tarima
del teatro del recuerdo.

Y no miento
si reconozco haber perdido la cordura,
aunque cueste convencer de ello
siendo el mismo quien recita y quien escucha;
y no miento si mi voz es quien humilla
al ladrón de mis plegarias;
y no miento si proclamo que los versos que retuve
los liberó el amor y la esperanza sin espinas;
y no miento si digo que ya no tengo fe en mis estigmas,
aunque sinceramente, nunca la tuve.

sábado, 24 de marzo de 2018

Desierto de ilusiones.

He despertado del letargo,
del amargo sabor amargo
de un sueño con cicatrices,
del sudor que se percibe
en las dudas que me han quemado.

Sigo acostado
entre espinas de rosas de cuarzo,
entre vientos que amainan las luces
de esta ilusión de loco acabado.

Sigo rezando
al Dios que me incita al pecado,
de rodillas al darme de bruces
con el desierto del éxito cosechado.

Sigo soñando,
pero Calderón me lo dejó claro,
''los sueños, sueños son'', y me contradice,
pues siempre seguí soñando
hasta el día de hoy
que me lastimé.

miércoles, 28 de febrero de 2018

Culines de cerveza.

Tengo escondidos los mejores versos
en el último trago de cerveza.
No me recuerda ni a tu pelo,
ni a tus ojos, ni a tu cuero,
ni a tu risa, ni a tu culo,
ni a tu voz, ni a tus rarezas,
ni a tus dedos en celo,
ni a tu calor, ni a mi deseo
de comerte entera.

El último trago de cerveza
no me recuerda a ti,
pero me acuerdo.

Quizá sea,
bonito vestigio del querer,
que ese sorbo de cielo
me recuerde al día que dejé
de estar acurrucado y envuelto
en el dulce sudor de tu seno.

martes, 20 de febrero de 2018

Soy (Egocentrismo).

Soy todas las inseguridades que llevo por bandera
y la colección de verdades que me roba el centinela
de mis sueños.

Tengo el sentimiento de autoayuda estropeado,
rota la ilusión y los versos desgarrados
desde pequeño.

Soy hipocondríaco en el amor,
adicto al hermoso sabor
de la cerveza en un viejo bar,
tengo sueños de alcohol y sudor,
de rodar y rodar,
de soñar y llorar.

Soy el humo que disipa mis ilusiones,
la muerte que me persigue,
la vida que me retiene.

Tengo las manos rotas,
sangre en la boca
y la moral en el suelo;
esa es mi verdad,
no tengo amor propio
ni indicios de tenerlo.

Soy el que se proclamó poeta
por vivir en un recuerdo,
por llorar unas caderas
sin saber de los sonetos
de Sabina.

Soy el cobarde escritor
que necesita dos cervezas
para contarle a las estrellas
con alevosía, sudor y calor,
una historia egocéntrica.

Egocéntrico,
mi, me, conmigo,
yo.

domingo, 4 de febrero de 2018

Quiero decir(te).

Ya no sé qué hacer por ti,
para ti
ni conmigo.

El problema fue decirte te quiero
antes que te amo,
pero así lo sentía.
Y todavía te quiero,
todavía te amo.

Bésame y vete
o abrázame y quédate,
pero nunca me dejes,
que yo no te voy a dejar de querer.

domingo, 28 de enero de 2018

Pedagogía del fuego.

Cómo descubrir la belleza de lo triste
en un puñado de ceniza sobre tierra,
entre hogueras de domingo
crepitando entre los sueños de un humo que se disipó hace tiempo.
El papel se prende de inmediato,
y de inmediato se consume,
sus cenizas vuelan
antes
de ser
cenizas.
No quedan ascuas con las que poder calentarse los versos
de un domingo de resaca.
En la madera se tallan iniciales con equis de por medio,
se prende,
y la llama consume
poco a poco la eternidad de la cruz
que une a dos locos
apurando sus latidos.
Los versos salen solos en las ascuas de lo eterno.

Ahora, piensa qué prefieres,
ser folleto,
o leña de olivo.

sábado, 20 de enero de 2018

Complejo de Sabina.

Me enamoro cien veces al día
cuando camino por cualquier ciudad.

Me enamoro cuando por Gran Vía
pasan unas caderas bailando mientras caminan,
cuando se cuelgan, como las casas, de mis párpados
unos párpados que no me dejan de mirar,
cuando unos dientes atrapan a sus propios labios
en los jardines de la Alhambra,
cuando una sonrisa a orillas del Ebro me pretende despistar.
Me enamoro de unas piernas
que suben la escalinata  hacia el cielo Mudéjar,
de una tez sombría en la ciudad de las tres culturas,
de la voz que me grita silencios allá, en el fin de la tierra.

Me enamoro cien veces al día,
y sé que pasaría la noche entre sábanas
con cualquier musa en sus ciudades,
pero también sé que es solo contigo
con quien quiero despertar cada mañana
en cualquier lugar del mundo.