para poder ver lo que realmente importa;
cerrar la puerta de la habitación,
gritar a solas
y escuchar el silencio que se acomoda
en el cielo de la boca cuando suena el desamparo.
Ponerse frente al espejo y desnudarse,
quitarse la barba y afeitarse el pelo,
cerrar los ojos y borrar los tatuajes de la piel,
maquillar las cicatrices del cuerpo
y dejar que las del alma griten
de nuevo
en silencio
y sin dejar que nadie las descubra,
de momento.
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