Tenía que ser agosto: desierto de besos
desde hace años; páramo vulgar de mis labios.
Tenía que ser el alba teñida de ocaso
entre fiesta y llanto, entre vasos, hielo y versos.
Tenía que ser el absurdo estío de vivir
cuando solo pretendes un otoño salvaje
y adelantado. El tan leve y sutil bagaje
de un alma al desnudo cuyo peso es latir.
Tenía que ser, y tiene que ser así,
drogándome sin sustancias estupefacientes,
esnifando soledad a sangre fría y regañadientes,
fumándome recuerdos sobrios que nunca viví.
Pero tenía que ser ella; después de marcharse
vuelve con fuerza. Aunque ahora a este insomnio,
y aún así consigue que este existir tan bodrio
tenga que ser esperanzado en el desastre.