miércoles, 4 de abril de 2018

Apóstata.

Ya no tengo fe en mis estigmas,
arranqué las costras de mis heridas
para olvidarlas,
y solo logré más sangre.

Resbala por mi piel,
roja y espesa,
manchando de verdades a la indiferencia
que abandera mi latir.
Esperando a que venga la noche,
que me duerma
y que me exprima
con su sexo en la tarima
del teatro del recuerdo.

Y no miento
si reconozco haber perdido la cordura,
aunque cueste convencer de ello
siendo el mismo quien recita y quien escucha;
y no miento si mi voz es quien humilla
al ladrón de mis plegarias;
y no miento si proclamo que los versos que retuve
los liberó el amor y la esperanza sin espinas;
y no miento si digo que ya no tengo fe en mis estigmas,
aunque sinceramente, nunca la tuve.

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