lunes, 30 de septiembre de 2019

En mi casa.

Nací con la esperanza
incrustada en la mirada;
jugaba con castillos de humo rancio
y pelotas de goma de neumático,
soñaba lo contrario a lo correcto
y trataba de amarrar este sueño
a la ilusión de un alma
que ya no brama.

Un día mis ojos
fueron la esperanza de mi casa,
aunque este cuerpo no.
Ahora, de todo aquello,
solo queda el verde en mí,
y en mi alrededor,
en mi casa,
ya no queda nada.
Ya no queda,
en mí,
la esperanza incrustada en la mirada.