Tengo escondidos los mejores versos
en el último trago de cerveza.
No me recuerda ni a tu pelo,
ni a tus ojos, ni a tu cuero,
ni a tu risa, ni a tu culo,
ni a tu voz, ni a tus rarezas,
ni a tus dedos en celo,
ni a tu calor, ni a mi deseo
de comerte entera.
El último trago de cerveza
no me recuerda a ti,
pero me acuerdo.
Quizá sea,
bonito vestigio del querer,
que ese sorbo de cielo
me recuerde al día que dejé
de estar acurrucado y envuelto
en el dulce sudor de tu seno.
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