martes, 28 de julio de 2015

Hipocresía.

No se habla de cada lágrima que se esconde tras cada verso,
de cada cicatriz por estrofa,
y joder, no se habla de los poetas que nos dejaron su legado
con sangre, sudor,
y muchas, muchas lágrimas tras muchos versos.

No sabemos que cojones es el amor,
y aun así hablamos de él en vano. Estamos metidos de hipocresía hasta las cejas.
¿Por qué?
Porque decimos que queremos cuando solo buscamos sexo,
porque no concebimos sexo con amor, ni amor sin sexo,
y no nos damos cuenta que el sexo sin amor
es tan frío que cuando te enteras la vida te ha dejado helado,
y ya nadie busca abrazos fríos o besos de labios congelados.
Trozos de carne y silicona que se dejan ver por escenarios y estudios de televisión,
hablan del amor
y solo buscan el calor que les da el dinero,
la fama de muñecas que alternan muñecos de gimnasio y poco intelecto.

Que mierda de sociedad.
Usamos la palabra amor sin saber lo que es querer,
preferimos ser esclavos de una lujuria pasiva provocada por drogas y alcohol
a usar como única droga la luz de un amanecer
o simplemente unos ojos que te hagan perderte en ellos,
sin preguntar, sin dar opción. Y la lujuria vendría por su propio instinto.

No se habla de los poetas que nos dejaron su legado,
porque vivimos en ese lugar donde los profetas del amor son los que nunca supieron nada de él,
y los que conocieron a Cupido y tomaban café con él cada mañana,
los clasificamos como locos y les pusimos el nombre de poetas.

Seamos locos,
seamos poetas,
lloremos y escondamos cada lágrima
tras un verso,
que de hablar de nosotros ya se ocupará el tiempo.

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