jueves, 23 de julio de 2015

Alone.

Hola soledad.
Pensaba que no iba a volver a escribirte,
a verte,
sentirte.
Creí que te ibas para siempre,
pero vuelves cuando menos lo esperaba,
y hoy, borracho -y no de besos precisamente-
volviste a aparecer.

Es ahora cuando menos te necesito,
pero no creo que eso te importe,
como cuando te llevaste al abuelo
y me quedé en tu regazo en vez de estar en el suyo.

Tiene gracia,
hay gente que todavía pregunta cómo eres, que te han visto pasar y pasaron de ti,
pero yo no. Yo se que apareces en el peor momento,
y sin quererlo, dueles.
Se que te encantan las canciones tristes
y los versos de poetas a los que visitaste antes que a mi.
Se que vuelves cada verano,
que eres la única que quiere que esté a su lado
y le muerda la boca.
Pero joder, que fríos son tus besos
y que dolorosos tus abrazos,
y que bonitas historias cuentas de aquellos que nunca te conocieron,
aquellos que no durmieron de tu mano y con lágrimas en los ojos.

Te necesito cuando la vida me supera
y te quiero cuando te necesito,
te obvio cuando abro la primera lata de cerveza,
y te odio cuando ya he terminado la última y ahí sí,
la vida me supera, me arrolla, me pasa por encima y se burla de mí.

Vete ya de mi por favor,
no quiero seguir bebiendo cada tarde para ver si te olvido,
no quiero volver a gritar y que solo me escuche el silencio,
no quiero volver a dormir contigo
y no vuelvas camuflada de amor efímero,
porque eso,
eso si que duele.

Soledad,
tienes las maletas en la puerta desde hace ya semanas,
y no te vas.
Por favor,
vete por donde viniste
y no vuelvas,
porque la vida me supera,
sí,
pero no quiero que me superes tú.

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