lunes, 4 de julio de 2016

Algo más de mi.

Hoy hay mucho que explicar. Y no es que sea un día de esos en los que todo explota y no queda más remedio que escribir, aunque no salgan las palabras. O quizá sí. Aunque suene totalmente falso, llevo más de hora y media para escribir tres renglones. No creo que haya algo más difícil que dejar salir todos los sentimientos cuando se amontonan aquí adentro.
Hoy me gustaría que ustedes me conociesen un poco más.

Sé que puedo resultar pesado cuando escribo sobre amor,
incluso yo me lo parezco,
pero creanme,
no existe una persona que me haga sentir como ella
y me haga creer que me lo merezco.
No tengo otra religión
que no sea la de sus caderas,
también lo he dicho con anterioridad,
pero amigos,
no la habéis visto caminar
con esos botines negros
por las calles de una ciudad que se le queda pequeña.
Y no la habéis visto amanecer en vuestros brazos,
ni esa forma tan hipnótica que tiene de acariciarme.

Sé que estoy lleno de carencias,
aunque no me importa. Quizá me las haya ganado.
Tengo ese puto defecto de echarme las culpas cuando todo sale mal
y colgarle la medalla a otro cuando todo sale bien,
no siempre es bueno,
no siempre soy el culpable, de acuerdo,
pero hasta hace algunos meses había tenido la culpa de todo lo que pasaba a  mi alrededor.
Siempre fui el chico tristemente alegre
que se paseaba por los campos de fútbol como última esperanza de felicidad completa.

Sé que lo de hoy no es bonito,
lo siento si decepciono,
pero nunca he escrito con la intención de gustar,
sino para desahogarme cuando más lo necesito.

Sé que soy idiota,
inestable,
insensato,
malhablado,
de bueno, tonto,
y de tonto, bueno.
El índice de mi amor propio,
ese que nunca estuvo en su clímax,
sigue cayendo en picado.

Volviendo a lo de antes,
otra vez más,
te lo pido a ti, pequeña:
Búscame, porque ni yo me encuentro,
y lo único que sé
es que
te quiero.

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