miércoles, 24 de junio de 2015

Amor a destiempo.

Erase una vez
la historia entre un necio y una vividora,
la historia de amor mas fugaz,
constante
y a destiempo
nunca antes contada.

Él, iluso a la vez que cansado de luchar por quimeras que nunca consiguió
intentaba hacerla feliz,
sacaba sonrisas de donde solo había desesperación,
le escribía mensajes mientras veía clara su realidad.
Estaba solo,
y de seguir así nunca dejaría de estarlo.
Ella, enamorada del dolor,
buscaba su mitad sin descanso,
poniendo en su punto de mira
a tronistas,
ilusionistas de una vida que no podrían sostener por mucho más tiempo.

El día que él vio vida mas allá de unos ojos pardos,
se dio cuenta de que había perdido su bien más preciado. El tiempo.
Salió a la calle y se prometió no volver a mirar a los ojos de los gatos,
o un bosque en pleno mes de septiembre.

Cuando ella se dio cuenta de lo que perdía
tras aquel flequillo mal peinado y unos ojos aguamarina,
corrió, lloró y mordió el polvo que jamas sudó
detrás de ese que dio su vida por ella,
y se fue con la primera que le ofreció un mínimo calor entre sus piernas.

Hay quien dice que a partir de aquello jamás se echaron de menos,
pero yo sé que ninguno alcanzó la felicidad,
porque sabían que se quisieron. A destiempo.

Cuando se dieron cuenta, se lo estaban contando
a las abuelitas de sus respectivas residencias
 interesadas en historias de amor trágico.
Cuando se dieron cuenta estaban en la azotea de un quinto
lanzando al viento su taca-taca
para poder volar de la misma manera
que fue su amor.
Efímero,
constante.
A destiempo.

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