martes, 18 de agosto de 2015

Ruinas.

Qué sonrisa te gastas, mi niña,
que desde que me la presentaste no he dejado de pensar en ella.
Qué mirada, bonita,
de esas que se largan
cuando aparece la risa
y los dientes sobre el labio inferior buscando mi boca,
que te contradiga.

El marrón de tus ojos atraviesa mi pupila de nuevo,
y el mundo me parece mas pequeño,
y la vida, el pañuelo con el que sequé mis lágrimas
cuando otros marrones dejaron de clavarse en mis ojos.

La gente se empeña en ir a  Roma
y no saben,
no sabes que en mí,
hay muchas mas ruinas.
No creo que sean tan bonitas,
pero quizá merezca la pena visitarlas.

Pequeña,
reconstrúyeme.
Sólo te pido eso.

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