martes, 11 de agosto de 2015

Mientras exista una mujer hermosa.

Había una vez
una niña vestida de mujer mayor,
con alas de golondrina en los amaneceres,
con pico de cuervo en la temerosa madrugada,
buscando balcones en los que despertar para enamorar
y vigilar el miedo bajo las tormentas de las noches de invierno.

Ella.
Cree en las historias de amor 
y enamora con sus sonrisas de ojos tristes,
convence con su asonancia y su consonancia,
ella,
juega al despiste
cuando todo es un desastre,
cuando se pinta la sonrisa cada mañana
como si su vida pendiese
de un verso a vida o muerte.

Llega de frente y en primavera
para cuidar de sus cerezos,
para llegar a tiempo a la función de Benavente
en su Circo de Quimeras,
que después hay que volver al bote salvavidas
para encontrar a Loreto en su naufragio.

Es la reina de las esquinas
de los versos
que no encontraron besos
y se desahogaron en las cantinas,
acompañadas de marineros
que prometían y prometían
y sólo eran cómplices del amor efímero.

Ella.
Guerrera en estos tiempos
de mordaza en la boca
y sobres en los bolsillos.
Nunca pierde su esencia,
enamora
con un solo roce de mejilla,
cautiva
con una mirada real
y suspira
cuando realidad le contamina.

Ella,
ella es la última palabra de este escrito
y hoy
ha venido a recordarme de la mano de Bequer
que mientras tú existas,
habrá poesía.

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